Max Scheler define el amor como un movimiento espiritual que busca el más alto valor de la persona amada. Por su parte, V. Hattinberg expresándose en términos diferentes, dice:

 

“El amor ve al hombre tal y como Dios lo ha pensado”

 

Lleva a cabo así, una obra metafísica. En el acto espiritual del amor, no solo captamos lo que la persona “es” sino también lo que puede llegar a ser. Lo mismo debe hacer toda psicoterapia siempre y cuando se halle animada por el espíritu. Tiene que esforzarse por llegar a ver en sus más genuinas posibilidades a la persona de que se trata, por anticipar las posibilidades más valiosas del hombre.

 

La captación de valores solo puede servir para enriquecer al ser humano. A veces este enriquecimiento interior constituye incluso, el sentido mismo de su vida. Por eso el amor enriquece siempre, necesariamente, a quien ama. No existen por tanto, ni pueden existir, amores “desgraciados”; esta frase envuelve una contradicción consigo misma.

 

Una de dos:

  1. O amamos de verdad, en cuyo caso nos sentiremos necesariamente enriquecidos, lo mismo si somos correspondidos que si somos rechazados;
  2. O no amamos real y verdaderamente, no “mentamos” propiamente la persona de otro ser, sino algunas cualidades físicas corporales que “en ella” vemos o algún rasgo (anímico) de carácter que “posee”; en este caso, si podemos sentirnos desgraciados pero lo que ocurre es que no es el nuestro un verdadero amor.

 

El simple enamoramiento ciega, el verdadero amor, en cambio, aguza la mirada. Permite captar con mayor agudeza la personalidad espiritual del ser amado, así en cuanto a su realidad esencial con en cuanto a sus posibilidades de valor. El amor nos hace vivir al ser amado como a un mundo para sí, dilatando con ello los confines; nos hace dichosos, y estimula también al ser amado, encaminándolo hacia aquella posibilidad de valor que el amor y solamente el amor puede anticipar. El amor ayuda al ser amado en convertir en realidad lo que el amante se adelanta a ver, a intuir. Se desarrolla en cierto modo, un proceso dialéctico, en el que lo amantes caminan en la realización de sus respectivas posibilidades.

En suma:

  1. La mera satisfacción del impulso sexual produce placer,
  2. Las relaciones eróticas del enamoramiento causan alegría, y
  3. El verdadero amor depara al hombre la dicha.

Psic. Mauricio Carvajal Guajardo

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